viernes, 4 de mayo de 2018

LAS LLUVIAS DE MAYO




Todavía hoy, tras muchas lunas transcurridas, recuerdo cuando, niña al fin, entonaba con gran fervor una canción reclamando la llegada de las aguas que derramaba el cielo: Que llueva, que llueva, / la Virgen de la Cueva, / los pajaritos cantan, / las nubes se levantan, / que sí, que no, / que caiga un chaparrón…

En mi ciudad, llueve con frecuencia gran parte del año, especialmente en mayo y en los meses correspondientes a la temporada ciclónica (junio – noviembre), por lo que estaba convencida de que la invocación era escuchada por la deidad a la que implorábamos. Entonces seguía un delicioso baño en el aguacero.

Es mayo, mes de sol, mes de repentinas tormentas.

Ayer vino la lluvia. Estaba sentada frente a la ventana, los codos apoyados sobre el escritorio, las manos sostenían el mentón. Miraba los árboles y las ardillas que correteaban entre las ramas. Ayer vino (de súbito y con rabia) la lluvia. Había renunciado a escribir y me había sentado a contemplar la vida que bullía fuera de la ventana, para ver si así las para ver si así las palabras, el ritmo y la melodía se ponían de acuerdo, para ver si así firmaban un pacto de paz y daban paso a la armonía y se suscitaba ese milagro, ese prodigio de instante, ese portento de tiempo y espacio.

Pero vino la lluvia, llegó tu recuerdo. Y tú no estabas. Estabas pero no estabas. Y la lluvia cayó sobre los árboles y sobre las ardillas. Y de las ramas de los árboles caía otra lluvia, llena de insectos y grumos y restos, gotas que arrastraban moléculas de hoja y hormiga. Y esa agua caía sobre la tierra oscura, una tierra que nunca hemos pisado, que nunca hemos recorrido.

Deberíamos averiguar finalmente dónde están los senderos, deberíamos, ya exhaustos y llenos de verde y viento y lluvia, abrazar los árboles.

¿Lo haremos algún día? Ayer llovió. Sí. Recuerdo que como a mi, te gustaba la lluvia.

No sé cómo (pero saber cómo, tampoco importa demasiado) pude asociar el olor de la tierra mojada de “ agua lluvia “  con tu carcajada y las lluvias que aún a distancia nos ingeniamos compartir.

Mayo tiene fama de agradable, pero llueve.

Yo asocio el olvido con la lluvia, con los recuerdos de amores idos y con la alegría de haberlos vivido, y a fin de cuentas, el olvido es lluvia que cae.

Lluvias de mayo…sorpresivas, persistentes, con olor a melancolía.

Rebeca.

 

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