Marzo
27-2020
DIA 4
Alguna vez
han corrido los días más lentos?
Fue un día
muy especial. El papa Francisco oró por
la humanidad, su mensaje se dio desde el atrio de la Basílica de San
Pedro, con la plaza vacía, en un hecho inédito en la historia contemporánea.
Todos los Católicos de todo el mundo teníamos mucho interés
por escuchar el discurso, ante la emergencia del virus SARS-CoV-2,
causante de la epidemia covid19, que deja más de 26 000 muertos en el mundo.
Los fieles escuchamos la palabra, elevamos las súplicas,
adoramos al santísimo sacramento y recibimos la, bendición urbi et orbi a la que se
unirá la posibilidad de recibir la indulgencia plenaria.
“Necesitamos a Dios, como los marineros a las estrellas”
dijo.
La bendición
urbi et orbi es impartida desde la Basílica de San Pedro anualmente, para
la ciudad de Roma y para el mundo entero. La tradición data de la época del
imperio romano.
En la
actualidad es la bendición más solemne que imparte el jerarca del Vaticano.
“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha
oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades;
se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que
ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el
aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados
y perdidos”, afirmó al comenzar su homilía.
Lloré, si, como he llorado en medio de algún problema y mi madre me pregunta que me pasa....
Sin hacer mayores referencias, el pontífice destacó la labor
de los “padres, madres, abuelos y abuelas, docentes” en medio del aislamiento,
en el cual enseñan a los niños, “con gestos pequeños y cotidianos, cómo
enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e
impulsando la oración”.
Así
comienza el papa: "Los santos apóstoles Pedro y Pablo, de cuyo poder y
autoridad estamos seguros, pueden interceder para nosotros al Señor". Y
todos responden: "amén".
Y
termina: "Y la bendición del Dios omnipotente, del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo viene en vosotros y permanece en casa de vosotros
siempre".
“Amén”.
Se le vio
cansado, apenas si podía caminar, como si cargara una inmensa cruz a cuestas, y
sin embargo nos llenó de fe y esperanza al mundo católico y a muchos otros en el mundo entero.
Cuando
todo esto termine, saldremos fortalecidos, cambiados, mejores personas, con la
certeza ya de que todos somos iguales, de que el tener más que otros no te hace
diferente, de que debemos ayudarnos y protegernos unos a los otros.
“Nos
encontramos asustados y perdidos. Al igual que los Discípulos del Evangelio,
nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. En esta barca estamos
todos"
¿Por qué tienen miedo? ¿Acaso no tienen fe?”
Si, ayer fue un día de fe, de mucha fe.
Rebeca.
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