sábado, 2 de junio de 2018

LO QUE BUSCAS, TE ENCUENTRA.


" Que hacer cuando lo que más se desea, tan perfecto, simplemente aparece? "






Los sábados para mí ahora tienen un significado muy especial, desde que estoy estudiando violín.



Desde muy temprano me asaltan sentimientos encontrados, una mezcla de ansiedad, asombro, temor, alegría, susto, pero por sobre todo, pasión.



Nunca sé cómo resultará la clase, siempre hay sorpresas, también hay frustraciones. Algunas veces avanzo y en otras no tanto, algo que me vuelve loca.

Pero cuando mi oído escucha esas bellas melodías que poco a poco van tomando forma, pienso que ha valido la pena el esfuerzo y hasta el sacrificio, porque entre familia y trabajo, es poco el tiempo disponible. Han valido la pena mis uñas muy cortitas y las largas horas de práctica.

Hoy, me recomendaron ver una película referente al tema e inmediatamente terminé mis labores me di en la tarea de buscar la cinta. ¡ La encontré!

The Red Violin. La ví ......Hermosa ¡¡

El violín rojo da cuenta del llanto, la risa y la fascinación que durante más de tres siglos, a lo largo de tres continentes, provocará la música salida de un precioso instrumento construido con amor por un maestro artesano en un taller de la Cremona barroca. El azaroso destino del instrumento culmina en una lujosa casa de subastas en la Montreal de nuestros días después de pasar por un orfelinato, las cortes del imperio austrohúngaro, unas juergas gitanas en centroeuropa, las manos de un intérprete inglés tan díscolo como talentoso y hasta una casa de empeño en la roja Shangai de Mao Tse Tung… y ¡ojo!, en Montreal, tras ávida puja, el destino del violín da un nuevo giro inesperado.

La riqueza racial, lingüística y geográfica del reparto y de los lugares de filmación es tan respetuosa con los personajes y sus tierras como lo fuera Nicolo Bussoti (Carlo Cecchi), el ficticio constructor de violines, con su propio violín rojo que rodará por el mundo recordándole al hombre la belleza de su precaria grandeza.

No es frecuente que una película fije su cámara en un objeto hasta darle todo el protagonismo. "El violín rojo", ese preciado instrumento musical que pasa de mano en mano a través de siglos y países, es el epicentro del filme, la coartada perfecta para contar las diferentes historias de sus propietarios y la de su creador: un artesano del XVII que, tras la trágica muerte de su esposa, decide barnizar su mejor violín con su sangre. Este apunte un pelín tétrico resulta bellísimo desde el punto narrativo y de la imagen. En las idas y venidas por ciudades y épocas (desde una subasta contemporánea hasta la Revolución Cultural China) la película nunca pierde su entidad como un todo compacto cuyas imágenes fluyen con naturalidad. La puesta en escena, rica en detalles y generosa en medios, no logra maquillar la frialdad que transmite la obra en muchos momentos, encorsetada por el continente hasta el punto de dejar en un segundo plano su contenido.

Hay también en ésta cinta una sensualidad tan poderosa que trasciende la cotidianidad de muchas épocas para alcanzar el profundo corazón de lo poético a través siempre de la música y las pasiones humanas.

Con todo, "El violín rojo" es una cinta que contagia al espectador su serenidad dejándole con un buen sabor de boca, tan agradable como efímero.



Rebeca.


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