William Shakespeare
En ocasiones, quien guarda silencio ante la crítica, la envidia o la provocación, no es por falta de argumentos ni valentía. Lo que ocurre es que cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, ríe y se aleja.
Ahora bien, todos sabemos que conservar la calma y la templanza cuando recibimos una crítica o un reproche no es precisamente fácil. Tanto es así, que según un estudio publicado en la revista “USA TODAY“, un 70% de las personas se sienten heridas ante una crítica, un 20% la encara y la rechaza con ira y solo un 10% reflexiona sobre ella y la deja ir cuando esta no responde más que a la simple ignorancia.
Una de las razones por las que nos cuesta tanto aceptar las críticas es porque las personas necesitamos sentirnos aceptados y reafirmados. Un reproche es la pérdida de ese sutil equilibrio personal hilado por el orgullo. Ahora bien, cuando una crítica tiene como sustrato la más profunda de las ignorancias, no hay riesgo alguno para nuestro autoconcepto.
Sin embargo, con el tiempo las heridas se curten, uno madura y entiende por fín muchas cosas. Entiende que las personas no cambian, y que quien no ha querido dar el paso de la ignorancia al conocimiento es porque no quiere. Ante estas conductas no queda otra más que asumir la batalla perdida y mantener la dignidad que propicia que nuestra alma esté tranquila. Esa que entiende que al final es mejor callar, sonreír con inteligencia y poner distancia.
Pero no siempre es posible ni acertado elegir el silencio ante la ofensa y el agravio. En ocasiones, la inteligencia se ve obligada a reaccionar para defender su integridad. Lo hace porque a veces es necesario alzar la voz de forma asertiva, segura y valiente para dejar claros dónde están nuestros límites.
Y todos tenemos límites.
Rebeca.
Fuente: La mente es maravillosa.
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