Hoy alguien me dijo vieja fea.
Soy una mujer sensible, mucho. Me gusta la música, toco el violín, escribo poesía,
adoro los niños y respeto a los ancianos.
Me gustan los gatos, tengo una hermosa gata. El trabajo de mis manos va dirigido a las
niñas y aunque nunca tuve una hija, todos los días estoy rodeada de niñas que
me llenan ese espacio.
No me gusta juzgar a las personas por su apariencia. Siempre intento conocerlas por sus actos y
por las palabras que salen de su boca.
No entiendo porque algunas personas atacan por tu físico. Si eres bonita malo y si eres fea también.
Pero la maldad existe y algunas personas atacan tu ego sin
piedad, sin misericordia.
Es cierto, a medida que pasan los años se te nota, te
marchitas. Las enfermedades deterioran y
ya sabemos que no somos eternos. Pero no te das cuenta hasta que te lo restriegan
en el rostro.
Por eso es tan importante trabajar diariamente tu interno,
para sentirte bella, única, poderosa.
Quererse es parte de vivir en éste mundo, y yo me quiero
mucho, porque cuando te quieres y te
aceptas, los demás te quieren, te aceptan y te respetan.
Cómo no saber mis defectos, tengo un espejo. A los lados de mis ojos han salido unas
extrañas rayitas diminutas que se acentúan si sonrío, tengo tantas canas que si
no las tiñera parecería una Elfa.
Mis
dos embarazos dejaron algunas marcas, pero me recuerdan siempre el dulce
momento en que fui madre. Son mis rayas
de tigresa.
Es por eso que me sorprendió que alguien sin conocerme, me
dijera vieja fea. Descargó su enojo por
quien sabe qué, de su triste vida.
Le respondí: No recuerdo haberte preguntado, pero es posible que mi fealdad tenga remedio, pero
tu mezquindad…no creo. Quedó en silencio.
Rebeca.
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