Cuando escribo….
¿Para quién lo hago? ¿Por qué lo hago?
Siempre me
planteo esa pregunta y siempre tomo la momentánea decisión de dejar de hacerlo
y hacer cosas más “útiles “. Pero al
tiempo, vuelvo y caigo. Me perdono.
Porque lo hago?
Como niña
preguntona, dejaré de hacer preguntas y permitiré que la realidad sea como sea.
No escribo
para mí ni para nadie, simplemente miro mi interno y lo saco a lo externo, algo
así como una arqueología de mi psiquis.
Quizás
nadie lea una sola de mis letras, tal como pasa con tantas buenas novelas que
quedan entre el polvo y el olvido ó como tantos escritos sobre mundos interiores,
mundos insospechados que a nadie le interesan.
A veces es
como una necesidad de dar a luz hechos, palabras, cosas que llevas dentro y deben
salir y otras veces, escribes porque sí, por impulso, sin causa, tan solo por
poner un poco de luz a algún habitáculo sombrío de tu mundo.
A veces se
escribe a personas en concreto, a un entorno, o a alguien que está dentro de
ti, es como levantar casas y en lugar de ladrillos utilizas palabras.
En
ocasiones se escribe a alguien especial, un interlocutor en la distancia,
alguien quien diriges el dardo de la palabra y se forman pequeñas
conversaciones interiores que pueden terminar en poesía, que si no fuera para
esa persona en especial, perdería su encanto, su belleza, su alma, así esté muy
bien construida.
Por
ejemplo hoy, una mañana de domingo, nublado… (Algo que definitivamente me inspira),
puedo decir que mi prosa tiene una brújula que me llevará a lugares muy
lejanos, otros horizontes lugares insospechados en el mundo de lo escrito.
Para quien
escribo y porqué, lo sé, pero no lo digo para que no pierda el encanto, ya que
a la postre lo que interesa es que el lector dé su respuesta, ya que leer es el
anverso de lo escrito.
No hace
falta que lo entiendas, deja que trascurra como lo hace la corriente de un rio,
escucha. Nada más.
Rebeca.
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