sábado, 16 de noviembre de 2019

La mayor felicidad es la personalidad.



¿Qué hubiera pensado Arthur Schopenhauer, al que muchos llaman el filósofo pesimista o cascarrabias, al ver las pilas de libros dedicados en la actualidad a la felicidad y su búsqueda? 

Igual la emprendía a palos con las estanterías como con aquella mujer, una tal Caroline Marquet, cuya animada charla con las vecinas molestaba a Schopenhauer hasta el punto de reprenderla en primer término y agredirla después. El incidente, por cierto, hizo que el filósofo le debiera pagar una renta vitalicia.

Pero regresemos al punto de partida: un Schopenhauer contemporáneo anonadado ante la montonera de libros dedicados a explotar el concepto de felicidad, a guiar hasta ella a multitud de “creyentes” confiados en que eso es posible. A poco que se haya leído sobre la concepción de la felicidad en Schopenhauer cobra fuerza la idea de volcar las mesas, quemar las estanterías que acumulan volúmenes donde, para empezar, se afirma que la felicidad existe y que es posible. Porque ahí es donde Schopenhauer empieza a menear su cabeza de un lado para otro murmurando y maldiciendo, porque si hay algo de lo que él está convencido y defiende y repite como un mantra es que la felicidad es lo negativo, un vacío, una ausencia, una quimera. Por el contrario, lo que existe, lo que es positivo –o simplemente es y está– es el dolor.

 Schopenhauer repite como un mantra que la felicidad es lo negativo, vacío, ausencia y quimera. El dolor, en cambio, es lo que existe, el dolor es lo que hay

La felicidad vista por un ‘killer’

Que si la vida es dolor, que si el verdadero infierno es la tierra para millones de seres humanos… Más o menos elaboradas, sentencias como estas forman parte del pensamiento de Schopenhauer. ¿Será de fiar alguien con estas opiniones a la hora de reflexionar sobre la felicidad? Pues justito por eso, porque no se trata de “opiniones”, sino de conclusiones extraídas después de analizar pormenorizadamente en qué consiste eso de ser feliz. A Schopenhauer le interesó tanto el tema que hasta se inventó un término, “eudemonología”, para designar el estudio o el arte de ser feliz en función de las posibilidades de cada individuo. Lo acuñó en su obra de 1815 Parerga y Paralipómena. En su desarrollo se ordenan 50 reglas, 50 criterios de esa felicidad de mínimos que le interesaba al alemán. Ahora, se encuentran en las librerias  El arte de ser feliz, de Arthur Schopenhauer, un volumen ilustrado espectacularmente por Elena Ferrándiz y traducido por Isabel Hernández González. Y para que nadie se lleve a engaño, regla 22: “El primer presupuesto de la ‘eudemonología’ es precisamente el hecho de que esta expresión es un eufemismo, y que ‘vivir feliz’ solo puede significar vivir lo menos desgraciadamente posible o, resumiendo, de manera soportable”. Un zasca inicial en toda regla para aquellos que creen que pueden ser felices por encima de estas posibilidades.

Compañía, salud y contención

A partir de esa premisa, Schopenhauer desarrolla sus 50 consejos. La inmensa mayoría son reflexiones personales, pero tampoco duda en echar mano de lecturas clásicas para apoyar sus argumentos y al revés; que se vea que Epicuro, Aristóteles, Séneca, Horacio, Goethe o Shakespeare, de alguna manera, también le arropan en su apuesta por una felicidad de mínimos, una felicidad sin ambiciones, doméstica, aunque no por ello más al alcance que la otra, la construida a base de quimeras y grandes sueños.

 Para Schopenhauer, vivir feliz solo puede significar vivir lo menos desgraciadamente posible. Un zasca en toda regla para aquellos que creen que pueden ser felices por encima de estas posibilidades

“La dicha mayor es la personalidad”, afirma con Goethe. Es uno de los ejes que articulan las reglas de Schopenhauer. Para el filósofo, es imprescindible tomar posesión de uno mismo, del yo. Sólo ahí, en el interior, puede residir la felicidad. Nada de bienes, posesiones, opiniones externas y reputación, que, cuando proporcionan algo de felicidad, es tantas veces engañosa. Para Schopenhauer debemos “aspirar menos a la posesión de bienes externos que a conservar un temperamento alegre y feliz y una mente sana que, en su mayor arte, dependen de la salud”.

Schopenhauer da muchísima importancia a la salud en general y a la hora de valorar los factores de la felicidad en particular. Tan obvio que se olvida con frecuencia; menos mal que para eso están los filósofos. Incluso repara en un punto en el que los científicos han estado investigando en las últimas décadas con hallazgos sorprendentes: burdamente resumidos, que las bacterias y otra “fauna” que vive en nuestro intestino podía condicionar no sólo la salud, sino factores como la personalidad y el equilibrio emocional. Pues bien, Schopenhauer, en una intuición genial y sorprendente, enuncia en la regla 45, en la que habla del ser malhumorado y aquel que está de buen humor: “Cuanto mayor es la sensibilidad para las impresiones desagradables, tanto más débil suele serlo para las agradables y viceversa. La razón de esta diferencia se halla en la mayor o menos tensión relativa (tonus) de los nervios y en las características del aparato digestivo”. ¿Qué tal? ¿A que no esperabas encontrarte esa referencia tan “visceral” en un tratado sobre la felicidad elaborado por Schopenhauer? Pues ahora piensa si cuando te duele el estómago o algo estás muy contento…

 Schopenhauer está de acuerdo con Goethe en que la mayor felicidad es la personalidad

 Un tercer eje temático que agrupa buen número de las reglas de Schopenhauer a la búsqueda de la felicidad son las que versan sobre la contención, la austeridad, el recogimiento, el autocontrol y los límites sobre… Pues sobre casi todo, porque si no tampoco estaríamos hablando de Schopenhauer. Su plan de felicidad postula mantener a raya cualquier tipo de exceso en lo que se refiere a fantasías, planes, círculos de amistades, esparcimiento… Todo puede llevarnos lejos del conocimiento y cultivo de uno mismo, que, para él, es la gran fuente de dicha.

Rebeca.

viernes, 1 de noviembre de 2019

DILE.



Por favor dile
Que para mí fue brisa de lluvia tibia
y que otras veces fue rayo de cruel tormenta.

Que descansé serena en sus pupilas,
en su mirada calma y eterna.

Que fui presa voluntaria de sus abrazos
esclava  de sus besos dulces,
de sus palabras aladas.

Dile que volé desnuda al infinito
con cada palabra libidinosa mientras lo amaba
que le deseé mil veces y
que  fui feliz cuando le tuve.

Dile que lo esperé mil lunas.
y dile que sigo presa de su encanto,
de su poesía como un apetitoso vicio.

Dile que cada día es un alarido
en rumor de letras cautivo,
y que lo veo en cada frase subrayada de mi libro preferido.

Dile que en las noches lo encuentro entre frenéticos deseos
Que intenta destruir mi escudo, mi coraza.

Dile que le espero
cada dia, en el sol danzante entre sus dedos.
Dile.

Rebeca.
D. de A.

miércoles, 10 de julio de 2019

LE TENGO MIEDO.


 

Esta tarde, salí a caminar Últimamente le encuentro mucho gusto a mis caminatas.    

El lugar en donde ahora vivo está rodeado de altos pinos y mucha vegetación, mi ambiente preferido.

Caminaba y pensaba, pensaba y caminaba. El sendero es solitario y me asalta el miedo.
  
Llegan pensamientos y preguntas. 

¿A que le temes ?  Hummm, al dolor fisico.  ¿Y a morir?  no, a morir no. 

Le temo también a la tristeza, al abandono, a la soledad no deseada o a la soledad compartida como un falso remedio.  

Les tengo miedo a algunos animales, las arañas por ejemplo, ellas no me comprenden o yo no las entiendo a ellas.

Le tengo miedo a las enfermedades, a la pérdida de personas ya sea por fallecimiento o por olvido, sean familiares o amigos, y me da miedo que si me pasa a mí, yo sea consciente de su avance y mi derrota.

Miedo a la vejez y a sus achaques, miedo a que alguien que amé,  me trate de usted.  Me da miedo el desorden, la suciedad, la incertidumbre.  Me da miedo la formalidad fingida, me dan miedo las sectas de cualquier clase y le tengo miedo a los falsos dioses.

Me dan miedo las personas que se creen infalibles o dueñas de la verdad absoluta y en general toda persona que se cree iluminada.

Me dan miedo, mucho miedo las personas insensibles.

Me dan mucho miedo las aguas profundas, las alturas, los cuartos oscuros.

Me da miedo la falta de sentido común de algunos, la necedad, la incoherencia.

Me da tanto miedo la juventud atada a la tecnología y la informática, haciendo uso de aplicaciones banales y sin sentido, y a que ésto se propague como un virus.

Me da miedo a que mueras antes que yo, me da miedo extrañarte.  Me da miedo que si yo muero primero, me olvides pronto y sientes a otra en ese lugar de tu corazón, ese en donde decías que estaba yo , sentada, inconmovible.

Me da miedo que me olvides.

Los pensamientos se detienen, he llegado a mi casa y la realidad ahuyenta mis temores.








miércoles, 20 de marzo de 2019

HAY TRISTEZA EN EL ENOJO.

La salvación de los momentos sosos :  La lectura.

Mucha quietud por éstos días.  Apenas comenzamos a reubicarnos a un nuevo año, a los nuevos proyectos, resoluciones, cambios, en fín, todo eso que prometemos cuando el calendario nos dice que terminó un año y que comienza otro.  El principio del año nos toma un poco bajos de ánimo, y si a eso le sumas lo pendiente del año anterior, puede convertirse en un caos si así lo permites.

Ya para marzo llegan los dias lentos, un poco sosos, se acerca semana santa ... otra vez? Si, otra vez ¡ , y todo de nuevo.¡

Estos dias desabridos, me llevan a leer libros cortos, asi me aseguro de leerlos completos y regalarlos de inmediato a quien creo le puede servir o gustar.  No tengo biblioteca.  Mis libros son "libros barcos "  llegan y se van.  No le veo sentido a una cantidad de libros almacenados si ya fueron leidos.  Otras personas pueden disfrutarlos.

Ha llegado a mis manos "  Un cuento triste no tan triste" de Bucay.




Un cuento triste no tan triste es una historia corta que te provoca replantear lo que piensas de los demás, el porqué de sus actitudes y el cómo se comportan con los que los rodean. Te hace entender que debajo de ese manto de enojo, de furia, puede haber tristeza, mucha o poca, pero tristeza a fin de cuentas. Por lo tanto, te hace pensar el cómo es fácil juzgar, tachar de malos, egoístas, sangrones, etc. A otras personas, cuando muchas veces, puede que esas actitudes sean causa de problemas sin resolver, problemas que uno trae en la mente y que te impiden darte cuenta de que no haces bien a los que te rodean, más allá de lo que te sucede, también dañas a los demás. La forma de resolverlo que te plantean, es hablar, expresar esos problemas, pedir ayuda, hacer menos pesada esa carga para que tu mente y tu cuerpo descansen, porque esos mismos problemas, sean de la índole que sea, te afectan en cuerpo y alma. Desde problemas de pareja hasta perdidas mayores.
 
 Jorge Bucay, en el prólogo, platica de dónde nació la historia y quiénes se ven involucrados en ella. Deja claro desde un inicio que la historia nace desde el interior, desde el corazón, y eso se nota, porque cuando una historia te pone a pensar, a replantearte las cosas, es porque es buena, porque te hace volver a sentir.
 
Es cierto que no es algo sorprendente, no tiene fuerza y poder sobre ti desde un inicio, no, pero es necesario saber de dónde empieza, y eso solo es posible si se te narra desde el principio. De una sola idea, el autor le dio forma, hasta crear lo que el libro contiene. La historia está bien, gusta, pero no es maravillosa. Lo que sí es excelente es el epílogo, de los mejores epílogos que he leído, no solo por lo que cuenta en sí, sino porque completa de forma perfecta el mensaje que la historia manda, lo remarca y te ayuda a entender todo. Así mismo, es el responsable de que la idea se plantee en tus pensamientos y es la que te hace comprender lo que en el inicio de la reseña se menciona. Claro está, cada lector es diferente, cada lector es un mundo, y cada lector es el responsable de digerir las historias a su manera y ajustarlas a su vida, a sus pensamientos.
 
 “No puedo imaginar peor situación. Arrancarse una espina para poder sobrevivir y luego darse cuenta de que ciertamente sin la espina ya no se siente el dolor pero tampoco se siente el corazón…”
 
 
No es un libro grande, no llega a las cien páginas, y tiene mucho espacio, se lee en menos de una hora, hasta podría decir que máximo en media hora si se lee de forma lenta, pero tiene una edición exquisita.

Por lo mismo, no hay mucho más que decir. Queda en el lector encontrarse con la historia por si mismo.
 
Tiene ilustraciones lindas tambien.
 
Sobre el autor, Jorge Bucay, argentino, es médico y psicoterapeuta gestáltico. Sus libros son grandes éxitos de venta en todos los países de habla hispana; además han sido traducidos a más de veinticuatro idiomas. Imparte conferencias y seminarios, y se ha convertido en uno de los pensadores más influyentes de la sociedad actual.
 
A mi personalmente me encantan sus escritos. 
 
Rebeca.