lunes, 12 de noviembre de 2018

EN MIS RECUERDOS ESTAS.




Nunca habrás muerto si alguien aún te recuerda en su corazón.   Cuando dejan de recordarte, desapareces totalmente de éste mundo, por eso procura dejar en cada una de las personas que te cruces, buenos recuerdos y así permanecerás  en ellas.

Suelo guardar muchos recuerdos, creo que todo el mundo lo hace, o casi todos, sino recuerdos físicos, espirituales.  Guardo momentos, fotos, palabras, escritos, poemas, gestos, canciones, pequeñas cosas que traen de vuelta a la persona a mi memoria, a esas personas que por muerte o por distancia….ya no están conmigo.

Cada que cumplo un año más de vida, dedico algunos momentos a reflexionar, a recordar y vienen a mi mente esas personas que me han llenado de buenos recuerdos, que han colmado gratamente mi existencia.

Hoy viene a mis recuerdos, mi abuela paterna.  Me dejó muy buenos recuerdos y muchos.
Mamá Clara.  Recuerdo su aroma, lo llevo en mí.  Olía a flores, no sé cuál era su perfume, pero olía a jazmines.  Recuerdo su  risa contagiosa, sus cálidos abrazos que me cubrieron desde niña.  Recuerdo que hasta el último día maquilló sus ojos con discreta “pestañina” y su rostro con polvos de olor. Muy linda ella.

Fumaba, pero recuerdo que cuando me acercaba lo apagaba inmediatamente.  No recuerdo todo con detalles, pero la sensación de amor y calma….esa si la recuerdo nítidamente. 

Y es que la vida es eso, los recuerdos y la forma en que recordamos para contarlo.  Somos libros andantes, llenos de historias, vidas de las que algunos leen solamente el título, pero que unos cuantos leerán su contenido.

Pero vuelvo a los recuerdos de mi abuela.  Hoy he dejado salir de mi corazón sus recuerdos, tiempos aquellos cuando yo no sabía nada de nada, pero intuía todo de todo.
Ella vivía con mi abuelo en una gran hacienda, con caballos, marranos, gallinas y cultivos de café.  Ella desde muy temprano preparaba los alimentos y su cocina expandía deliciosos olores, aromas que llenaban esa enorme casa.  Ya adulta tuve el privilegio de aprender a cocinar algunas de sus recetas preferidas.

La perdí cuando yo apenas tenía 20 años.  La echo de menos, extraño  las tardes a su lado, tomar con ella una taza de café mientras tejía algún jersey, sus historias de familia, las fotografías viejas y roídas, fotos de personas que yo no conocía pero que en el fondo sabía que fueron parte de mi familia. 

Por mi temperamento fuerte, más de una vez me defendió de mis padres, mi salvadora en muchos conflictos con mi madre.

Hace algunos años, mi padre ordenaba su escritorio y entre tantas cosas viejas, apareció un diminuto reloj… envejecido.  Le pregunté de quien había sido y me respondió: “¡De Madre ¡”  me quedé mirando a mi padre y cuando sentí nublarse mis ojos,  bajé la mirada … me inundaron los recuerdos de la abuela.  Mi padre me dijo: ¿Lo quiere?  Claro que sí, le respondí.  


No tiene ningún valor comercial, pero espiritualmente, tiene todo el valor del mundo.  Lo conservo como uno de mis tesoros más preciados.

Somos recuerdos, así que guarda siempre los bonitos, te ayudarán a sobrellevar más gratamente la existencia.

Ahora mismo estoy construyendo muchos recuerdos que seguramente un día me llenarán de melancolía y de nostalgia.



Rebeca.



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