jueves, 22 de noviembre de 2018

LA MUERTE. LA LEJANIA E IMPOTENCIA DE DIOS.




“Ningún padre debería enterrar a su hijo. Es antinatural e inhumano que se le obligue a vivir tal experiencia.”  Rebeca.





Para el ser humano existe una difusa línea entre lo que es real y lo que no, la imaginación juega un papel definitorio en la poderosa mente de la especie humana. Para proteger su autoestima y mantener un estado de homeostasis, se elegirá ignorar hechos, tan ineludibles en algunos casos como la muerte.


Un claro ejemplo de que la línea es muy fina sucede tras el momento de despertar de un sueño, ya sea bueno o malo la sensación permanece en el sujeto y en algunos casos el sueño ha sido tan vívido que por unos instantes se puede llegar a dudar de si ha acaecido o no. Como dijera hace ya algún tiempo Calderón de la Barca: “toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.


Hace Algunos años vi la cinta “Más allá de los sueños”  les confieso, la he visto unas 6 o 7 veces y siempre le encuentro algo nuevo.


En Más allá de los sueños, el tema central es la muerte. En un primer momento la de los hijos, más adelante la del padre y finalmente la de la madre.


Tres tipos bien diferenciados, la muerte de los hijos es uno de los peores temores de los padres dado que no se está preparado en modo alguno para ello. Se trata de un hecho antinatural, los hijos genéticamente se justifican como la perpetuación de la especie y a un nivel menos global, de los genes de los padres que lucharán por mantener la existencia de sus vástagos con las enseñanzas que ellos les proveen, así su existencia tendrá sentido y perdurará más allá del día de su muerte.


Pienso que ante semejante infortunio, el único medio de seguir a flote es unirse como familia contra la tempestad, ante el desconocimiento sobre la muerte, las vías que se han de construir, serán más estables si como grupo familiar aunan sus habilidades. Al unir su modo de afrontar la muerte de un hijo, se hacen más fuertes, comparten su realidad y deciden forjar un nuevo futuro.


 Más allá de los sueños es un ejemplo de cómo el ser humano sigue amando a ser querido aunque ya no esté a su lado, no tratándose de un caso tan extremo como el de los cisnes que al poco tiempo de morir su pareja también lo hacen ellos de modo natural pero se le asemeja.


La muerte es considerada, no como el final de la existencia humana, sino como una etapa que asegura la posibilidad de vivir en un estado de felicidad creativa en un cielo personal, aunque con posibilidad de interactuar con otros “huéspedes”, especialmente familiares y amigos, o una vida de malaventuranza, por lo general eterna, aunque con una remota, pero viable posibilidad de pasar a un estado paradisiaco.


Nos llena de consuelo creer que cada quien dependiendo de cómo haya soñado su felicidad en la tierra, puede crear su paraíso, otra es pensar que con la muerte no se pierde la conexión con los parientes cercanos ni con nuestros afectos,  y la tercera, la posibilidad de una reencarnación, con la decisión de volver para mejorar las cosas.








Como una persona espiritual que soy, siento que esta película está bien tratada y que dentro de todo nos hace creer y comprender muchas cosas lógicas acerca de lo que nos espera después de la muerte, y que nuestras acciones no solo afectan nuestra vida real, sino nuestra vida luego de morir.


“¿Y dónde está Dios?”.  “En algún lugar, gritando que nos ama y preguntándose por qué no lo escuchamos”



Dios te vea.



Con amor. Rebeca.


lunes, 12 de noviembre de 2018

EN MIS RECUERDOS ESTAS.




Nunca habrás muerto si alguien aún te recuerda en su corazón.   Cuando dejan de recordarte, desapareces totalmente de éste mundo, por eso procura dejar en cada una de las personas que te cruces, buenos recuerdos y así permanecerás  en ellas.

Suelo guardar muchos recuerdos, creo que todo el mundo lo hace, o casi todos, sino recuerdos físicos, espirituales.  Guardo momentos, fotos, palabras, escritos, poemas, gestos, canciones, pequeñas cosas que traen de vuelta a la persona a mi memoria, a esas personas que por muerte o por distancia….ya no están conmigo.

Cada que cumplo un año más de vida, dedico algunos momentos a reflexionar, a recordar y vienen a mi mente esas personas que me han llenado de buenos recuerdos, que han colmado gratamente mi existencia.

Hoy viene a mis recuerdos, mi abuela paterna.  Me dejó muy buenos recuerdos y muchos.
Mamá Clara.  Recuerdo su aroma, lo llevo en mí.  Olía a flores, no sé cuál era su perfume, pero olía a jazmines.  Recuerdo su  risa contagiosa, sus cálidos abrazos que me cubrieron desde niña.  Recuerdo que hasta el último día maquilló sus ojos con discreta “pestañina” y su rostro con polvos de olor. Muy linda ella.

Fumaba, pero recuerdo que cuando me acercaba lo apagaba inmediatamente.  No recuerdo todo con detalles, pero la sensación de amor y calma….esa si la recuerdo nítidamente. 

Y es que la vida es eso, los recuerdos y la forma en que recordamos para contarlo.  Somos libros andantes, llenos de historias, vidas de las que algunos leen solamente el título, pero que unos cuantos leerán su contenido.

Pero vuelvo a los recuerdos de mi abuela.  Hoy he dejado salir de mi corazón sus recuerdos, tiempos aquellos cuando yo no sabía nada de nada, pero intuía todo de todo.
Ella vivía con mi abuelo en una gran hacienda, con caballos, marranos, gallinas y cultivos de café.  Ella desde muy temprano preparaba los alimentos y su cocina expandía deliciosos olores, aromas que llenaban esa enorme casa.  Ya adulta tuve el privilegio de aprender a cocinar algunas de sus recetas preferidas.

La perdí cuando yo apenas tenía 20 años.  La echo de menos, extraño  las tardes a su lado, tomar con ella una taza de café mientras tejía algún jersey, sus historias de familia, las fotografías viejas y roídas, fotos de personas que yo no conocía pero que en el fondo sabía que fueron parte de mi familia. 

Por mi temperamento fuerte, más de una vez me defendió de mis padres, mi salvadora en muchos conflictos con mi madre.

Hace algunos años, mi padre ordenaba su escritorio y entre tantas cosas viejas, apareció un diminuto reloj… envejecido.  Le pregunté de quien había sido y me respondió: “¡De Madre ¡”  me quedé mirando a mi padre y cuando sentí nublarse mis ojos,  bajé la mirada … me inundaron los recuerdos de la abuela.  Mi padre me dijo: ¿Lo quiere?  Claro que sí, le respondí.  


No tiene ningún valor comercial, pero espiritualmente, tiene todo el valor del mundo.  Lo conservo como uno de mis tesoros más preciados.

Somos recuerdos, así que guarda siempre los bonitos, te ayudarán a sobrellevar más gratamente la existencia.

Ahora mismo estoy construyendo muchos recuerdos que seguramente un día me llenarán de melancolía y de nostalgia.



Rebeca.