miércoles, 26 de abril de 2017

ACONTECIMIENTOS TRAUMATICOS- EL DUELO

Las 5 etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación es el recorrido que se transita para sanar la pérdida de un ser querido, según Elisabeth Kübler-Ross”.

Las 5 etapas del duelo según la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross* es una de las descripciones más populares conocidas sobre el tema.  Esta dice que los dolientes no atravesarán por ellas en un orden prescrito sino que se trata de un marco que nos permite iniciar un proceso de aprendizaje donde finalmente comprenderemos que es posible convivir con esta pérdida y continuar en una realidad en la que este familiar ya no estará. Estas 5 etapas del duelo fueron propuestas por primera vez por Kübler-Ross en su libro de 1969 “On Death and Dying” donde, basado en su trabajo con pacientes en fase terminal, esta autora afirmó que luego de la muerte se inicia un proceso por el cual la gente lidia con esta pérdida.
Si bien como se menciona arriba, estas etapas no suceden en orden sino que vamos y venimos de ellas hasta finalmente aceptar la muerte como un hecho inevitable de la vida, la clave de estas etapas es comprender cómo se produce este proceso de duelo y en qué etapa usted se encuentra. A continuación te informaremos sobre cada una de estas fases.

PRIMERA ETAPA DEL DUELO: LA NEGACIÓN

Cuando una persona se entera de la enfermedad terminal o muerte de un ser querido, su primera reacción es negar la realidad de esta noticia devastadora.

La negación consiste en el rechazo consciente o inconsciente de los hechos o la realidad de la situación. Este mecanismo de defensa busca amortiguar el shock que produce la nueva realidad para sólo dejar entrar en nosotros el dolor que estamos preparados para soportar. Se trata de una respuesta temporal que nos paraliza y nos hace escondernos de los hechos. La frase que podría resumir la esencia de esta etapa es “Esto no me puede estar pasando a mí”.
En este primer momento, el mundo pierde sentido y nos abruma. Nos preguntamos cómo podemos seguir adelante. No es que estemos negando que la muerte o la pérdida se hayan producido sino que nos invade un sentimiento de incredulidad de que la persona que amamos no la veremos nunca más. Los sentimientos de esta etapa nos protegen brindando a nuestro cuerpo y mente un poco de tiempo para adaptarse a esta nueva realidad sin la persona fallecida. Luego el doliente comienza a sentirse como si lentamente estuviera despertando, recordando lo sucedido progresivamente.
Si bien la negación es una parte normal del proceso de duelo es importante destacar que  si el doliente perdura durante mucho tiempo en ella puede llegar a ser perjudicial ya que al no aceptar lo que les ha ocurrido, no son capaces de enfrentar esta pérdida y seguir adelante. Cuando esta negación se hace persistente, la represión podría también dar lugar a enfermedades físicas como malestar estomacal, dolor de pecho o hipertensión. 

SEGUNDA ETAPA DEL DUELO: LA IRA

Cuando ya no es posible ocultar o negar esta muerte comienza a surgir la realidad de la pérdida y su consecuente dolor.

Si bien los sentimientos de enojo estarán presentes con distinta intensidad durante todo el proceso de duelo, es en esta etapa donde la ira toma el protagonismo dirigiéndose este enojo al ser querido fallecido, a nosotros mismos, a amigos, familiares, objetos inanimados e inclusive a personas extrañas. Se siente un resentimiento hacia la persona que nos ha dejado causando un inmenso dolor en nosotros pero este enojo se vive con culpa haciéndonos sentir más enojados aún. La frase que podría contener la esencia de esta etapa es “¿Por qué yo? ¡No es justo!”, “¿Cómo puede sucederme esto a mí?” Esta comprensión del “por qué” de las cosas puede ayudarte a encontrar una cierta paz.
Puedes preguntarte, “¿Dónde ha estado Dios cuando me sucedía esto?”. De acuerdo a la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, es importante que los familiares y amigos del doliente dejen que éste exprese libremente su ira sin juzgarlo o reprenderlo ya que este enojo no sólo es temporal sino que, principalmente, necesario. Debajo de esta ira ilimitada se encuentra el dolor producido por esta pérdida. Si somos capaces de identificar esta ira y expresarla sin temores podremos comprender que ella es parte del proceso de curación.
Para eso se pueden emplear diversos métodos de expresión como escribir una carta al ser querido fallecido para expresar tu enojo, establecer un diálogo imaginario con ellos para compartir tus sentimientos, hablar con un amigo o familiar, realizar ejercicios físicos o bien practicar la meditación como un camino para calmar y canalizar estas emociones abrumadoras.

TERCERA ETAPA DEL DUELO: LA NEGOCIACIÓN

En esta etapa surge la esperanza de que se puede posponer o retrasar la muerte de la persona moribunda.

La etapa de negociación puede ocurrir antes de la pérdida, en caso de tener a una familiar con enfermedad terminal, o bien después de la muerte para intentar negociar el dolor que produce esta distancia. En secreto el doliente busca hacer un trato con Dios u otro poder superior para que su ser querido fallecido regrese a cambio de un estilo de vida reformado. Este mecanismo de defensa para protegerse de la dolorosa realidad no suele ofrecer una solución sostenible en el tiempo y puede conducir al remordimiento y la culpa interfiriendo con la curación.
Se desea volver a la vida que se tenía antes de que muriera el ser querido y que éste vuelva a nosotros. Se concentra gran parte del tiempo en lo que el doliente u otras personas podrían haber hecho diferente para evitar esta muerte. Las intenciones de volver el tiempo atrás es un deseo frecuente en esta etapa para así haber reconocido a tiempo la enfermedad o evitar que el accidente sucediera. La frase que resume esta etapa es “¿Qué hubiera sucedido si…?” Nos quedamos en el pasado para intentar negociar nuestra salida de la herida mientras pensamos en lo maravillosa que sería la vida si éste ser querido estuviera con nosotros.
Esta fase del duelo suele ser la más breve de todas las etapas ya que se trata del último esfuerzo para encontrar alguna manera de aliviar el dolor por lo que supone un trabajo agotador para la mente y el cuerpo al tener que lidiar con pensamientos y fantasías que no coinciden con la realidad actual. Por eso es importante conectarse con las personas y actividades del presente siguiendo una rutina que le brinde a tu mente la comodidad de realizar tareas regulares

CUARTA ETAPA DEL DUELO: LA DEPRESIÓN 

En esta cuarta etapa el doliente comienza a comprender la certeza de la muerte y expresa un aislamiento social en el que se rechaza la visita de seres queridos.

Se siente tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá. Sentimos que nos preocupamos mucho por cosas que no tienen demasiada importancia mientras que levantarse cada día de la cama se siente como una tarea realmente complicada. Estos sentimientos muestran que el doliente ha comenzado a aceptar la situación. La frase que contiene la esencia de esta etapa es “Extraño a mi ser querido, ¿por qué seguir?”
En esta etapa la atención del doliente se vuelve al presente surgiendo sentimientos de vacío y profundo dolor. Se suele mostrar impaciente ante tanto sufrimiento sintiendo un agotamiento físico y mental que lo lleva a dormir largas horas. Además la irritabilidad y la impotencia toman un gran protagonismo ya que durante esta etapa se enfrenta a la irreversibilidad de la muerte.
Si bien el doliente siente que esta etapa durará por siempre es importante considerar que la depresión de este proceso de duelo no es sinónimo de enfermedad mental  sino que se trata de una respuesta adecuada a una gran pérdida por lo que las emociones de la depresión deben ser experimentadas para sanar. Sé paciente contigo mismo y recuerda que sentir esta depresión es la manera de salir de ella.

QUINTA ETAPA DEL DUELO: LA ACEPTACIÓN

Es el momento en donde hacemos las paces con esta pérdida permitiéndonos una oportunidad de vivir a pesar de la ausencia del ser querido.

El doliente llega a un acuerdo con este acontecimiento trágico gracias a la experiencia de la depresión. Esta etapa no significa que estamos de acuerdo con esta muerte sino que la pérdida siempre será una parte de nosotros. Este proceso nos permite reflexionar sobre el sentido de la vida así como lo que queremos de la vida a partir de ahora. La frase que resume la esencia de esta etapa es “Todo va a estar bien”.
Esta etapa consiste en aceptar la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente por lo que debemos comprender que esta nueva realidad que vivimos sin él será nuestra realidad permanente de ahora en adelante. Se trata de aprender a convivir con esta pérdida y crecer a través del conocimiento de nuestros sentimientos. Comenzamos a depositar nuestras energías en nuestras amistades y en nosotros mismos estableciendo una relación distinta con la persona fallecida.
La rutina diaria toma un mayor protagonismo en la vida del doliente mientras que ya no se invocan los recuerdos del ser querido con sentimientos de culpa. Esta introspección te permitirá realizar una evaluación de tu vida y analizar cuál es el crecimiento obtenido durante este proceso a partir del cumplimiento de asuntos irresueltos. Esto se debe a que puedes observar que las cosas malas le suceden a la gente buena y a la gente mala también, por lo que la muerte no es percibida como un “castigo” sino como parte de la vida.
*Elisabeth Kübler-Ross (Zurich 1926 – Arizona 2004) psiquiatra y escritora suizo-estadounidense, fue una de las mayores expertas mundiales en temas de la muerte, personas moribundas y cuidados paliativos. Fue pionera en el campo de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte. Actualmente es reconocida como una autoridad en la materia. (Wikipedia)
Fuente: Libro “On death and dying” de Elisabeth Kübler-Ross


lunes, 24 de abril de 2017

UN ARMARIO LIBRE DE ESQUELETOS



Una canción despierta el recuerdo de un amor del pasado; el olor de un bizcocho transporta a la infancia porque recuerda a los que preparaba la abuela; un grupo de jóvenes sonrientes con mochilas a punto de subirse a un tren evoca la despreocupación y la alegría de la juventud… La nostalgia es una felicidad triste. Se recuerda el gozo del pasado, pero duele saber que todas esas experiencias ya no pueden volver. “Por eso es el dolor de la memoria. Lo perdido parece inolvidable, único e irrepetible –explica Manuel Fernández Blanco, psicoanalista y psicólogo clínico–. Se tiene nostalgia por algo que crees que te hizo feliz, que crees que te hacía estar completo, que parece perfecto”.

La palabra nostalgia deriva del griego nostos (hogar) y algos (dolor). Fue creada a finales del siglo XVII por el médico suizo Johannes Hofer para describir el estado de ánimo de los soldados suizos que luchaban fuera de su país, que sentían una “tristeza originada por el deseo de volver a su casa”. Hay muchos motivos para la nostalgia: la que siente el emigrante por su tierra de origen; la que se anhela por una infancia que se recuerda maravillosa y libre de problemas; la del vigor y el optimismo de la juventud, cuando todo estaba por hacer; la nostalgia del primer novio o la primera novia, con quien se descubrió el amor y el sexo; la de una forma de vivir que ya no volverá; la nostalgia por los viejos amigos… Aunque la nostalgia también puede ser colectiva, como la que se siente por el pasado esplendoroso de un país o por los lejanos éxitos de un equipo de fútbol.

Cuando se mira por el retrovisor, algunos episodios de antaño parecen perfectos. Una especie de paraíso perdido. “Es un paraíso que se siente como perdido pero que, en realidad, nunca se ha tenido”, señala Manuel Fernández Blanco. Ese pasado fue bonito, emocionante y especial, aunque quizás no tanto como nos hace ver la nostalgia. “Esta nos hace recordar un pasado idealizado. Hay tan pocos momentos de felicidad en la vida que casi podemos recordarlos todos. Y por eso los idealizamos”.

Así que estamos ante un sentimiento tramposo, porque no hay más paraísos que los que se inventa nuestra memoria. Rafael Euba, psiquiatra afincado en Londres, coincide en que, con la nostalgia, “se recuerda un pasado que parece mejor de lo que fue”. Al volver la vista atrás, se olvidan los motivos que llevaron a la ruptura con aquella pareja que tanto se echa de menos, no se recuerda que en la infancia no todo es jugar en el recreo y se omite que los buenos tiempos también tuvieron sus espinas.
“La nostalgia se compone de brochazos muy simples que nos impiden ver el pasado con exactitud”.

Y no es lo mismo dejarse llevar de vez en cuando por la nostalgia que vivir esclavizado por ella. “El problema es si te anclas en el pasado”, afirma Rafael Euba. Nadie está libre de sentir nostalgia en alguna ocasión. Pero es muy diferente recordar con añoranza la juventud una tarde de domingo que ser infeliz en la vejez porque se recuerda la juventud como el paraíso que no volverá. Es muy diferente echar de menos el pasado de vez en cuando que vivir instalado en él. Como explica el psicoanalista Cecilio Paniagua, las personas con tendencia a la nostalgia “suelen tener problemas para adaptarse a su presente”. Además, señala Manuel Fernández Blanco, el problema no sólo es idealizar el pasado, sino, sobre todo, “creer que no se va a encontrar en el futuro nada similar a lo que se echa de menos”.

Esta especie de melancolía que impide vivir el presente y encarar el futuro es excesiva porque no nos gusta ni el hoy ni el mañana. “La nostalgia es muy atractiva –considera Rafael Euba– porque el pasado tiene una pureza y una candidez que ni el presente ni el futuro poseen. El pasado no crea ansiedad. Y el presente y el futuro siempre crean ansiedad; esa es la razón de que aparezca la nostalgia”. Se siente mucha añoranza de un amor cuando en el presente se carece de él. Se siente mucha nostalgia de un pasado libre de preocupaciones cuando las actuales aprietan demasiado. El sentimiento nos asalta al rememorar los viajes de juventud cuando ahora la rutina no tiene compasión. “La nostalgia excesiva casi siempre aparece cuando el presente es desagradable y el futuro es amenazante –comenta Rafael Euba¬. Yo trabajo con personas mayores. Viven en un entorno muy diferente al de su pasado y tienen enfermedades y problemas que no sufrían cuando eran jóvenes. La nostalgia por la juventud quizá sea una de las más frecuentes e intensas”. Porque, además, tiene que ver con muchas cosas que se hacen por primera vez: el primer beso, el primer viaje, casarse… “Las primeras grandes vivencias dejan una huella emocional muy profunda”, ilustra.

Realmente, ¿qué echamos de menos de nuestro pasado? Como ha escrito Alan R. Hirsch, psiquiatra y profesor del Centro Médico de la Universidad Rush de Chicago (EE.UU.), “la nostalgia, más que relacionada con un recuerdo específico, lo está con un estado emocional”. No se añora una tarde de la infancia en concreto o la infancia en sí, sino la inocencia y la alegría con la que se vivía de niño. Se añoran las emociones positivas, aunque idealizadas, asociadas a la niñez. Este psiquiatra también ha estudiado por qué los olores tienen el poder de despertarnos recuerdos nostálgicos. “La información olfatoria va a parar directamente al sistema límbico, el área del cerebro en la que residen las emociones. Por eso, un olor nos conecta inmediatamente con una emoción del pasado”.

Cuanta más energía dedicamos al pasado, menos tenemos para el presente y el futuro. Pero ¿la nostalgia puede aportarnos algo positivo? ¿O se trata simplemente de un inútil paseo por el ayer? “Si hipoteca tu presente o tu futuro es negativa –señala Rafael Euba–, aunque si te permite encontrar un refugio momentáneo a las inclemencias del presente, puede ser útil”. Un oasis en el que reponer fuerzas para regresar al ahora con algo más de vigor. “Como dicen en Estados Unidos: lo que te ayuda a través de la noche, bienvenido sea”.

Otro aspecto positivo de la nostalgia es que desempeña un papel importante en nuestra identidad. “Nos ayuda a elevar la autoestima –apunta Cecilio Paniagua–. Los recuerdos de un pasado idealizado nos permiten sentir que nuestra identidad es bella y valiosa, que el pasado valió la pena. Y esto es una necesidad psicológica fundamental. Decía Aliosha, un personaje de la novela Los hermanos Karamazov, de Dostoievski, que lo mejor que podemos proporcionarle a un niño son recuerdos sagrados de su infancia”. Lo importante, explica Cecilio Paniagua, es dosificar la añoranza de algo. “Que no sea excesiva, porque nos haría sufrir demasiado”.

Rosalía Baena considera que “otra de las razones por las que la nostalgia está de moda es que vivimos en una sociedad que privilegia las emociones y en la que falta mucha identidad, y la nostalgia te de identidad y emociones. Además, antes la emocionalidad se veía como algo infantil, pero ahora ya no”. Y hay aplicaciones como Instagram que permiten dar un toque melancólico a nuestras fotografías.

“la creciente inclinación por la nostalgia entre los adultos es un síntoma de la profunda inseguridad que se siente hacia el futuro”.

Quizás no haya que sentirse culpable por dejarse llevar, pero mejor sólo de vez en cuando, por los cantos de sirena de la añoranza. Como apunta Cecilio Paniagua, “esta no aparece de forma voluntaria. 

No somos dueños de lo que sentimos”. Pero sí de lo que hacemos. Así que, para vacunarse contra la nostalgia excesiva, Manuel Fernández Blanco recomienda una receta muy clara: “Dejar de idealizar el pasado. Si una persona se instala en él –concluye–, anula su presente e hipoteca su futuro. Y no todo era perfecto en los viejos tiempos”.

En otras palabras, hay que limpiar tu armario para que quede libre de esqueletos.  No hay nada más tenebroso que mirar a los ojos al pasado, sobretodo sabiendo que eres parte de un presente.  Mi filosofía de siempre ..... Lo que fué, ya no será.

Rebeca.


viernes, 7 de abril de 2017

EL ARTE DE AMAR- Erich Fromm


El arte de amar es una obra con la que Erich Fromm ha ayudado a varias generaciones a reflexionar sobre el amor y a responder a algunas preguntas aparentemente sencillas: ¿qué significa amar? ¿Cómo desprendernos de nosotros mismos para experimentar este sentimiento…? Fromm nos explica que el amor no es sólo una relación personal, sino un rasgo de madurez que se manifiesta en diversas formas: amor erótico, amor fraternal, amor filial, amor a uno mismo…
Nos dice también que el amor no es algo pasajero y mecánico, como a veces nos induce a creer la sociedad de hoy. Muy al contrario, el amor es un arte, el fruto de un aprendizaje. Por ello, si queremos aprender a amar debemos actuar como lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, ya sea la música, la pintura, la carpintería o el arte de la medicina. O, por lo menos, no dedicar nuestra energía a lograr el éxito y el dinero, el prestigio y el poder, sino a cultivar el verdadero arte de amar. “El amor intenta entender, convencer, vivificar. Por este motivo, el que ama se transforma constantemente. Capta más, observa más, es más productivo, es más él mismo.”

El autor nos advierte:
"La lectura de este libro defraudará a quien espere fáciles enseñanzas en el arte de amar. Por el
contrario, la finalidad del libro es demostrar que el amor no es un sentimiento fácil para nadie,
sea cual fuere el grado de madurez alcanzado. 
Su finalidad es convencer al lector de que todos sus intentos de amar están condenados al fracaso, a menos que procure, del modo más activo, desarrollar su personalidad total, en forma de alcanzar una orientación productiva; y de que la satisfacción en el amor individual no puede lograrse sin la capacidad de amar al prójimo, sin humildad, coraje, fe y disciplina. 
En una cultura en la cual esas cualidades son raras, también ha de ser rara la capacidad de amar.
Quien no lo crea, que se pregunte a sí mismo a cuántas personas verdaderamente capaces de amar ha conocido.
Pero la dificultad de la empresa no debe inducir a que se abstenga uno de tratar de conocer las
dificultades y las condiciones de su consecución. A fin de evitar complicaciones innecesarias he
procurado tratar el problema, en la mayor medida posible, en un lenguaje no técnico. Por la
misma razón he hecho la menor cantidad de referencias a la literatura sobre el amor.

Otro problema que no pude resolver en forma enteramente satisfactoria, fue el de evitar la repetición de ideas expuestas en algunos de mis libros anteriores."

10 FRASES DE "EL ARTE DE AMAR", DE ERICH FROMM

1) “En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser rico. No es rico el que tiene mucho, sino el que da mucho.”

2) “Mientras tememos conscientemente no ser amados, el temor real, aunque habitualmente inconsciente, es el de amar.”

3) “El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos.”

4) “Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.”

5) “Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica o un egoísmo ampliado.”

6) “Tengo que conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente, para poder ver su realidad, o, más bien, para dejar de lado las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella.”

7) “El maestro aprende de sus alumnos, el auditorio estimula al actor, el paciente cura a su terapeuta, siempre y cuando no se traten como objetos, sino que estén relacionados entre sí en forma genuina y productiva.”

8) “Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos sí quisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería.”

9) “Si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que sea, como un objeto para mi uso. Es obvio que el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie.”

10) “¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma de lo más precioso que tiene, de su propia vida.

Ello no significa necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él, da de su alegría, de su interés, de su compresión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él.”

Rebeca.

Arte y Literatura