Con pasos lentos regreso poco a poco, y digo regreso, porque cuando mi padre falleció una parte de mi marchó con él.
Una tarde de noviembre se marchó, apenas si, estaba aceptando la muerte de mi madre, pero con la partida de mi padre, fue como un golpe bajo, fue como si me patearan estando en el piso.
Él estaba triste, demasiado, nunca superó la ausencia de mi madre. La última vez que hablé con él, tan solo unos días antes de que se marchara, estaba en toda su lucidez, y me dijo:
“Mija, ésta casa tan grande y tan sola, su mamá hace mucha falta. “ Me invadió su tristeza y busqué palabras para consolarlo, pero es tan difícil consolar cuando una está sedienta también de consuelo. Pasamos un día ahora inolvidable, haciendo cosas sencillas como leer, ver futbol por tv. escuchar música y en la noche rezar. Al día siguiente me despedí de él con un gran abrazo, la bendición y un “La quiero mucho mija.” Dos días después, se marchó. Murió de pena moral, melancolía, depresión. Enemigos silenciosos.
Se llevó consigo la magia, las enseñanzas que no se olvidarán.
Fue mi pilar desde pequeña, me regaló un cariño muy especial que no le daba a los demás, tuvimos una relación de mutuo respeto, complicidad y de camaraderia. Siempre sentí su cuidado y apoyo, incluso cuando no estaba de acuerdo con mis ideas, siempre me recibió con un gran abrazo, me abrió su corazón y a ratos fui su confidente, me habló tantas veces de su pasado y de sus temores, de su presente.
Me habló
de tantas cosas, me habló de todo, pero nunca me habló de que se iría, eso
nunca me lo mencionó. Ahora siento como si me hubiera caido un techo encima.
Fue un ser fundamental en mi vida, tanto así que todavía no logro entender su partida.
Nunca me
ha dolido tanto perder a alguien. Desde ese día siento un dolor agudo en el pecho, en el corazón, tanto así que visité al cardíologo, que dice que todo está bien, pero no. Mi corazón está roto.
Regresó en sueños, pude verlo como está ahora y siento que ha sido el mejor regalo de despedida. Lo vi, tan joven, la lozanía de su rostro, la ternura de su abrazo, la calidez en su mirada… bello ¡Aún siento su abrazo, creo que no lo olvidaré jamás porque fue un abrazo de luz , de amor infinito. Hablamos, pero guardaré sus palabras como un tesoro, me pidió que hiciera algo y al otro día fui a su casa y cumplí su deseo.
Fueron dos sueños, hermosos y se marchó.
Al principio me sentí desorientada, perdida, pero ahora sé que está siempre conmigo, como un ángel que al igual que mi madre, me cuidan.
En tan solo 5 meses y en medio de una pandemia, se marcharon, ahora están juntos, como siempre, como lo estuvieron durante 75 años de matrimonio.
Hasta que la muerte los separe, prometieron, pero ni la muerte logró separarlos, se la ingeniaron para seguir juntos.
Rebeca.