La primera vez que leí el poema de Elizabeth Bishop quedé impactada ...y triste. Encontré un bello contraste entre la vulnerabilidad desde la que habla y la impecable ejecución formal, aliadas, en una excelente muestra de su obra poética.
Intenté varias versiones: la primera conserva la métrica y rima, lo que me obligó a alterar algunas de las imágenes, la segunda se ciñe lo más posible a la sintaxis de Bishop y al significado del texto, la tercera intenta recuperar algo de su apariencia oral. Creo que es esencial al poema la tensión entre el juego pueril, en apariencia tan inofensivo, de la rima o el verso y la tristeza de su contenido o, mejor, que es sólo gracias a su transposición a un plano casi musical es posible decir este tipo de cosas sin caer en melodramas.
Germán Carrasco incluyó, en su libro Calas, una variación de este poema que me pareció muy acertada al escucharla. Al pensar en la distancia entre el texto inglés y mis tres intentos, me digo que la traducción es también un arte como el que describe Bishop.
Disfrútenlo ¡¡
Rebeca.
ONE ART
The art of losing isn’t hard to master; so many things seem filled with the intent to be lost that their loss is no disaster. Lose something every day. Accept the fluster of lost door keys, the hour badly spent. The art of losing isn’t hard to master. Then practice losing farther, losing faster: places, and names, and where it was you meant to travel. None of these will bring disaster. I lost my mother’s watch. And look! my last, or next-to-last, of three loved houses went. The art of losing isn’t hard to master. I lost two cities, lovely ones. And, vaster, some realms I owned, two rivers, a continent. I miss them, but it wasn’t a disaster. – Even losing you (the joking voice, a gesture I love) I shan’t have lied. It’s evident the art of losing’s not too hard to master though it may look like (Write it!) like disahttps://youtu.be/oqhX8VzoLykster. |
El arte de perder
El arte de perder no cuesta tanto irlo aprendiendo (insisten las cosas hasta tal punto en perderse, que el llanto por ellas dura poco). Y el espanto por perder algo cada día, rosas que se deshojan, horas, llaves, cuanto pueda ocurrírsele a uno, no es tanto. Practica entonces perder más, y goza el ritmo de la pérdida, su encanto: pierde ciudades, nombres, y en Lepanto pierde una mano, un destino, una moza: nada de esto será para tanto. Perdí el reloj de mi madre, y el manto con que cubría mis hombros, la loza en que tomaba el té, pero igual canto. Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto de lo más bien tanta pérdida. Es cosa de acostumbrarse: no, no es para tanto. Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto y tu cariño perder, dolorosa prueba sería, pero nunca tanto (aunque parezca condena espantosa). * * * Un arte El arte de perder no es difícil adquirirlo. Tantas cosas parecen empeñadas en perderse, que su pérdida no es un desastre. Pierde algo cada día. Acepta el tumulto de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada. El arte de perder no es difícil adquirirlo. Practica entonces perder más aún, y más rápido: lugares, nombres, y el sitio al que se suponía que viajarías. Nada de esto será un desastre. Perdí el reloj de mi madre, y -¡mira!- la última, o penúltima de tres casas que amaba se fue. El arte de perder no es difícil adquirirlo. Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente, algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente. Los echo de menos, pero no fue un desastre. -Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto de amor) no habré mentido. Es evidente que el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre. * * * Este arte de perder No, no es difícil adquirir el arte de perder: hay tantas cosas empeñadas en perderse, que su pérdida no importa. Pierde algo cada día, acepta el río de llaves que se pierden, horas malgastadas. No, no es difícil adquirir el arte de perder. Practica entonces perder más, más rápido: nombres, lugares, ¿para adónde ibas? Ninguna de estas cosas es desastre. Perdí el reloj de mi madre, y -fíjate- la última o la penúltima casa querida que tuve. No, no es difícil adquirir el arte de perder. Perdí mis dos adoradas ciudades, e incluso algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente. Los echo de menos, pero no es un desastre. -Incluso si te pierdo a ti (tu voz bromista, esos gestos que adoro) no habré mentido. Es obvio que el arte de perder no cuesta ni tanto adquirirlo aunque por momentos parezca que (¡escríbelo!) sí es un desastre. |