lunes, 30 de enero de 2017

ESTADOS DE LA MENTE

Los cuatro inconmensurables (abarcan a todos los seres) estados son: el amor, la compasión, la alegría y la ecuanimidad. Estos forman parte de la naturaleza de una persona iluminada. Son los cuatro aspectos del verdadero amor que hay en nuestro interior, en todos los seres y en todas las cosas.
El primer aspecto del verdadero amor es la intención y capacidad de ofrecer alegría y felicidad. Para desarrollar esa capacidad, debemos hacer la práctica de observar y escuchar profundamente, para saber qué debemos hacer y qué no debemos hacer para que los demás sean felices. Si ofreces a la persona que amas algo que no necesita no es amor verdadero. Debes percibir su situación real, de lo contrario lo que le ofrezcas puede causarle infelicidad. Puede que tu intención sea buena, pero sin comprensión correcta no estarás en la senda del verdadero amor. 
Todos necesitamos amor. El amor nos aporta alegría y bienestar. Es tan natural como el aire; el aire fresco es absolutamente necesario para ser felices. Para poder ser amados, debemos amar, lo cual significa que debemos ser capaces de comprender. Para que nuestro amor continúe debemos adoptar la acción o la no-acción apropiada para proteger el aire, los árboles y el ser amado. 
Debemos utilizar el lenguaje con más cuidado para no enfermar a las palabras. Hay quienes utilizan la palabra amor con el significado de deseo o apetito, como en “Amo las hamburguesas”. Amor es una bella palabra, debemos restablecer su significado. En el Budismo el principal significado del amor es el de amistad. Todos tenemos en nosotros las semillas del amor. Podemos desarrollar esta maravillosa fuente de energía, alimentar el incondicional amor que no espera nada a cambio. Cuando comprendemos profundamente a alguien, incluso a alguien que nos lastimó, no podemos evitar amarle. 

El segundo aspecto del verdadero amor es la intención y la capacidad de transformar el sufrimiento y aliviar los pesares. Esto puede llamarse Compasión (com acompañando / pasión sufrir). (- La pasión, cualquiera sea su causa, implica sufrimiento. -) Aunque no necesitemos sufrir para eliminar el sufrimiento de otra persona vamos a utilizar la palabra Compasión para denominar al segundo aspecto hasta que encontremos otra mejor. Para desarrollar la Compasión debemos practicar la respiración conciente, y escuchar y observar profundamente. La compasión implica un profundo interés por los demás. Sabes que la otra persona está sufriendo así que te sientas cerca de ella. La observas y la escuchas atentamente para poder sentir su dolor. Estableces una profunda comunicación, una profunda comunión con ella y con esto basta para que se sienta mejor. Una palabra una acción o un pensamiento compasivo pueden disminuir el sufrimiento de otra persona y proporcionarle alegría. Una palabra puede aportar consuelo y confianza, desvanecer las dudas, ayudar a alguien a no cometer un error, solucionar un conflicto o abrir la puerta hacia la liberación. Una acción puede salvar la vida de una persona o ayudarla a aprovechar una oportunidad excepcional. Un pensamiento puede actuar del mismo modo porque conduce a las palabras y las acciones. Si tienes un corazón compasivo, cada palabra y acción pueden realizar un milagro. A pesar de ver al mundo lleno de sufrimiento, Buda conserva su bella sonrisa porque tiene la suficiente comprensión, serenidad y fuerza como para no dejarse abrumar por el sufrimiento. Es capaz de sonreír al sufrimiento porque sabe cómo afrontarlo y transformarlo. 


El tercer elemento del verdadero amor es la alegría. El verdadero amor siempre da alegría, tanto a nosotros como a la persona amada. Si nuestro amor no proporciona alegría a ambas partes, quiere decir que no es verdadero amor. 
No nos precipitamos hacia el futuro, puesto que sabemos que todo se halla aquí, en el momento presente. Existe una gran cantidad de pequeñas cosas que pueden proporcionarnos una gran alegría, como el hecho de ser conscientes de tener los ojos sanos. Sólo con abrirlos podemos ver el cielo azul, las flores, los niños, los árboles y muchas otras clases de formas y colores. Al vivir conscientemente somos capaces de apreciar estas maravillosas y renovadoras cosas y, de modo natural, la mente se llena de alegría. La alegría contiene felicidad, y la felicidad alegría. 
Observar que los demás son felices nos llena de alegría, como también nos alegramos de nuestro propio bienestar. ¿Cómo podríamos sentir alegría por los demás sino la sintiéramos por nosotros mismos? La alegría es para todos. 

El cuarto elemento del verdadero amor es la ecuanimidad, desasimiento, la no discriminación, serenidad, desapego. Si tu amor está lleno de apegos, discriminación y prejuicios, o si se aferra a las cosas, no se trata del verdadero amor. La gente no comprende el budismo, cree que es indiferente y frío, pero la verdadera ecuanimidad no lo es. No se trata de no amar, sino de amar sin discriminación. Significa que en un conflicto, aunque no nos incumba notablemente, somos capaces de mantenernos imparciales, amando y comprendiendo a ambas partes. Nos despojamos de cualquier tipo de discriminación o prejuicio, y eliminamos las fronteras entre nosotros mismos y los demás. Para comprender a otra persona y amarla de verdad debemos ponernos en su piel y volvernos una unidad con ella. Cuando consigamos hacerlo, desaparecerá el concepto del “yo” y “los demás”. 

Sin este elemento, es muy probable que tu amor se vuelva posesivo. La persona que amas es como una nube, una brisa, una flor. Si la aprisionas en una lata de conservas perecerá. Y sin embargo esto lo hace mucha gente. Roban a la persona amada parte de su libertad, hasta que ya no puede ser la misma. Viven para satisfacerse a si mismos y utilizan al ser amado como instrumento para llevar a cabo sus propósitos. Eso no es amor. 

Rebeca

Fuente:  La Red.

miércoles, 11 de enero de 2017

LAS CICATRICES SE CONVIERTEN EN ORO






Hace pocos días, escuchaba a Meryl Streep durante su discurso en la ceremonia de los Globos de Oro, cuando al final de su discurso decía:  Toma un corazón roto y conviértelo en arte. Fue entonces que recordé una historia.
La historia de un General que envió a reparar a China uno de sus tazones de té favoritos. Se lo devolvieron reparado, pero a base de grapas de metal, lo que dejaba inservible el tazón. El General buscó artesanos japoneses que dieran con una mejor solución. Fue entonces cuando surgió el Kintusgi, una nueva forma de reparar cerámicas que les daba un valor añadido. Una exquisita técnica japonesa que consiste en reparar objetos dañados con oro. ¡Sí!, con la resina del árbol de la laca y con polvo de oro. Después de que un objeto es sometido a esta técnica se transforma en una auténtica obra de arte. La historia de esta ‘carpintería en oro’ se remonta a finales del siglo XV.
Volviendo a nuestra realidad y a nuestro día a día; utilizando esta historia oriental cargada de sabiduría, he pensado que en muchos momentos de nuestra vida , y más veces de las que creemos, está en nuestras manos hacer cosas maravillosas a partir de nuestras equivocaciones o de una mala experiencia. No sólo aprender de ellas, sino salir fortalecidos, enriquecidos…, como el tazón de té del caballero japonés. Cuántas historias de amor, de amistad…, se ven dañadas y aparentemente rotas, simplemente porque creemos que no tienen solución. O no pedimos perdón.
Cuántas veces dejamos de intentar un nuevo propósito; de ir en busca de un sueño, de reconquistar a una persona a la que amamos, sólo porque nuestra mente ha decidido creer en la derrota y en la imposibilidad de encontrar un elemento que pueda transformar algo roto en una obra de arte. Cómo si no, seríamos capaces de recomponer cada equivocación, cada tropiezo, cada error… Si no fuera porque existe ese milagroso elemento cuya textura, densidad y color, convierten esos pedazos sueltos, cargados de desilusiones y fracasos, de tristezas y decepciones, en una pieza única, fortalecida, más hermosa y con una presencia inconmensurable. ¿Qué necesitamos para comprender que cada relación que cruza nuestra vida es, en sí misma, una preciosa e imperfecta obra de arte?
Cómo comprender al fin que las personas únicas e irrepetibles se reinventan cada día de su vida, con todos los miedos y errores del mundo. Que las personas espléndidas saben que llevan la felicidad dentro y dejan su luz y su generosidad a cada uno de los que cruzan su camino, porque han aprendido que el tiempo no cura nada, que es uno mismo quien decide que nuestra vida siempre merece una nueva oportunidad, y que las cosas buenas pasan a quienes van a por ellas.
Todo aquello que aparece en nuestra vida, trae consigo un espléndido aprendizaje. Y que cuanto antes lo aprendamos, antes nos llevará a estar un pasito más cerca de aquello que anhelamos ser. No todo aquel que atraviesa nuestra vida lleva consigo la lección más hermosa del mundo. Pero, tal vez, sí la más enriquecedora…
Sencillamente, trae en sus bolsillos “algo” para nosotros. Y ahí está el verdadero aprendizaje. En ese pequeño milagro que transforma los hechos y las palabras de los demás en luces fugaces que nos ayudan a iluminar nuestras propias sombras. De cada experiencia que nos empapa el alma, nace nuestro mejor y más exquisito maestro. Y con él, viajamos entre bosques y desiertos. Entre la gloria y la derrota. Entre la esperanza y la desdicha. Entre nuestros ángeles y nuestros demonios. Entre amores y desamores. Porque, en este viaje, nadie puede recorrer por nosotros un solo centímetro de la piel que recubre esta carretera.
Podemos decidir no volver a beber té en esa fantástica taza porque podía romperse. De hacerlo, renunciaríamos a dos placeres: beber el té en nuestra taza preferida y descubrir lo que los artesanos japoneses eran capaces de hacer con una simple taza. No se trata de que intentemos arreglar cada relación o situación si creemos, profundamente, que hemos dado lo mejor de nosotros mismos y es momento de hacer un punto y final. Se trata de dejar que el ego, la soberbia, la prepotencia y el orgullo, ganen una guerra frente al amor, la amistad y con ello la espléndida oportunidad de compartir nuestro camino, al lado de personas maravillosas. Una vez leí que lo que define a una persona no es lo que tiene o lo que es, sino como se levanta después de caer. Y quizá, cada vez que nos equivocamos y reconocemos nuestro error frente a nosotros mismos y ante los demás, estamos comprobando que levantarnos con valentía y humildad nos permite pegar de nuevo esa taza de té. Y de esa forma, seguir creciendo y disfrutando de una nueva oportunidad de ser feliz.